Aburrimiento solitario?

Cansancio, realmente los días posteriores a una transformación siempre son molestos, agotadores. Llevaba dos días entre dolores y no había demasiado por hacer. Por eso caminar ayudaba, hacía que los dolores se fueran en los momentos más desagradables. Ahora, después de la molestia de hacer deberes gran parte de la mañana, había acabado pidiendo a una de sus compañeras de cuarto que estudiaba con ella, ir a guardar su morral a la habitación mientras ella se dirigía a los jardines para recibir un poco de luz solar y calmar lo que no se podía realmente calmar.

Así llegó a las grandes puertas que daban salida a los jardines mientras una sonrisa suave se acoplaba en su rostro. Sí, sonrisa que oculta verdades. Caminó y sintió el ligero viento golpear su rostro, además de hacer bailar su cabello. – Esto a veces opaca el dolor – Habló consigo misma, abriendo los ojos al ver un rostro conocido. Así su corazón palpitó inconsciente, sus ojos lo observaron y soltó un suspiro pensando si se acercaba a Matthew o no.

Incómoda realidad, ese chico realmente sabía cómo llamar la atención de la rubia aunque ésta, no lo reconociera ni siquiera en procesos de tortura. Sí, sabía que le parecía atractivo, que hacía a su corazón latir aunque ella no se lo haya ordenado, y por supuesto, sabía que no debía sentir cosas porque en el momento en que él descubra su realidad; la felicidad se escaparía entre sus manos como si de agua se tratara. Así lo miraba, intentando olvidar el dolor que sentía en su costilla derecha y sonriendo levemente ante su saludo. Sí, siempre él. – Matthew. – Respondió ella, un poco distante, titubeando si acercarse a él o no hacerlo. Ahora, en tiempo post-transformación nada era demasiado agradable, aunque es cierto que su mente le pedía a gritos que se acercara a él.

Se mordió el labio de manera inconsciente, saboreando entre sus propios titubeos esperando que él la ayudara a disiparlos de un momento a otro. De pronto una brisa fuerte la hizo cerrar los ojos mientras su cabello se desordenaba en su espalda. Sonrió suavemente, no lo pudo ocultar. – No esperé encontrarte en un lugar tan iluminado. – Respondió como si nada, sabiendo que sus clases colindaban sólo en las mazmorras. Al final, las serpientes aman su clima frío y oscuro.